Argentina estaba al borde de un ataque de nervios y los penales parecían ser el desenlace inevitable, pero a los 118 minutos apareció Di María para poner el gol del triunfo y la clasificación a cuartos. En el último segundo, un tiro libre de Suiza dio en el palo derecho del arco de Romero. Agonía y sufrimiento en San Pablo.
Argentina iba de manera incansable, intentaba pero no encontraba claridad. Los minutos fueron pasando y la desesperación se iba apoderando del equipo, del cuerpo técnico y de millones de corazones albicelestes. El funcionamiento colectivo volvió a ser un llamado de atención ante un conjunto suizo que se plantó decidido a hacer el partido que más le convenía.
Con un Higuaín fuera de sintonía y un Lavezzi que no fue solución, los caminos al arco de Benaglio parecían cerrarse cada vez más. Tampoco fue el partido de Messi que, preso de una triple marca, nunca pudo gravitar lo suficiente. En el medio, Mascherano se transformó en el alma del equipo, cortó y empujó cuando hacía falta.
Desde las tribunas y desde los televisores ya se le rezaba a todos los dioses, hasta que en el minuto 118, solo a dos minutos del final del tiempo suplementario y de llegar a los penales, algo cambió la historia. El frontón suizo se descuidó y el arquero, por primera vez en la tarde, no llegó. Messi esquivó rivales y tocó la pelota hacia la derecha, para que Di María tocara suavemente de zurda para colocarla al lado del palo izquierdo.
La historia parecía liquidada, pero no. Luego de un tiro libre, Dzemaili cabeceó y la pelota se estrelló contra el palo derecho. Francisco, ¿sos vos?. El árbitro Eriksson cobró otro tiro libre para Suiza, esta vez en el borde del área argentina. Era medio gol, pero rebotó en la barrera. Final del sufrimiento. Argentina está en cuartos. Con mucho más corazón que fútbol, es cierto, pero con la alegría de saber que no solo Messi puede salvarnos. Esta vez, apareció un Ángel de la guarda.
Macarena Alvarez Kelly
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